José Luis,
empleado en una funeraria, está pensando en emigrar a Alemania para
convertirse en un buen mecánico. Enamorado de Carmen, hija de Amadeo, un
«administrador de justicia» que parece tener soluciones para todo, será
sorprendido con ella en la intimidad, por lo que se ven obligados a
casarse.

Por otro lado,
un patronato de viviendas concede un piso a Amadeo, pero debido a su
próxima jubilación, se plantea la pérdida del mismo. De ese modo, surge la
única posibilidad para conservar los derechos sobre la nueva vivienda: que
su yerno, José Luis, acceda a ocupar el puesto vacante de verdugo. A esa
es la única condición que pone el Patronato de la Vivienda

Presionado por
la familia, José Luis acepta y, convencido de que jamás ejercerá, se hace
verdugo. Mientras no hay ejecuciones, la vida en la casa nueva transcurre
plácidamente, pero un día llega el temido telegrama: debe ajusticiar a un
condenado en Mallorca. La posibilidad de un indulto es su única esperanza.
Escena:
00:42:32 - 00:44:38 (ESCENA
1)
Una crítica a la enseñanza oficial, que complica en exceso las cuestiones
sencillas, constituyendo un mecanismo y un freno que permite limitar el
acceso al conocimiento del ciudadano. En esta escena se puede apreciar la
gran cantidad de papeleo que el protagonista tiene que aportar para coger
el empleo de su pueblo. Parece la resolución de un problema de
matemáticas.
Escena:
01:22:20 - 01:23:49 (ESCENA
2)
Si hubiera que
destacar una secuencia por encima de las demás, sería la del corredor de
la muerte. En ella, tornando la película a su inevitable final, es cuando
Berlanga termina convenciéndonos de que El verdugo es sin duda una obra
maestra de la historia del cine. Rozando el expresionismo y rodando con
fondo blanco, con la dificultad que ello entraña, transforma el agrio
humor en dulce amargura. El ejecutor es conducido a la sala de ejecución
donde deberá perpetrar de la muerte. Un amplio corredor, con una
puerta pequeña al fondo, es la daga perfecta para asestar la puñalada
definitiva contra la pena capital.

Curiosidades.
El verdugo es
ante todo una parodia de la pena de muerte. Durante la dictadura de
Franco, existían dos tipos de penas capitales. La primera era militar: el
fusilamiento. La segunda era civil: el garrote vil.
Berlanga
invierte el problema de la pena de muerte. Nos muestra la visión del
justiciero en lugar de la del ajusticiado. Pero no sólo eso, sino que
coloca al verdugo como el único que sufre, padece y sale perjudicado de la
situación que existe en un estado que contempla dicha pena. De ese modo,
realiza de forma inteligente una crítica magistral a ésta, de manera que
no pueda ser censurado por el gobierno de la época.
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