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Liliana Cavani, relata la encrucijada que vive Galileo Galilei para
demostrarles a sus contemporáneos sus atrevidas teorías de que el Sol es
el centro del Universo y la Tierra gira a su alrededor.
En el momento en que Galileo Galilei recibe un
anteojo, nada volverá a ser lo mismo. Gracias a él encuentra pruebas que
parecen confirmar sus teorías. La búsqueda
del reconocimiento al valor y la verdad de sus descubrimientos desemboca
en una cruzada en contra de la intolerancia científica e ideológica que
llevó a la hoguera a Giordano Bruno.
La
película se centra, con desiguales resultados, en la vida de Galileo
desde sus años de profesor en Padua hasta su abjuración en 1633. De
especial interés es la recreación del contexto en el que se desarrolla
la acción.
Escena:
0:02:06 - 0:5:58 (Escena 1)
Comenzamos en un aula universitaria en plena lección de
anatomía, ejemplificada con los dibujos que, del cuerpo humano,
realizaba el médico Andrea Vesalio y que plasmó en el "De humani corporis
fabrica" (1543), obra que suponía una revolución en las ciencias de la
vida, poniendo en duda teorías de Aristóteles y demostrando errores del
propio Galeno.
- Si sentís frío, no dudáis en abrigaros
-dice Galileo ante la gran
discusión sobre las ideas de Aristóteles.
- ¿Me tomáis el pelo?
- No. Si un vestido va estrecho, os hacéis otro. La Ciencia usa las
teorías hasta que no se adaptan a las nuevas exigencias.
- ¿Qué ideas son esas? ¿Y la autoridad de Aristóteles?

Se
recrean las conversaciones con Giordano Bruno, y el interés de Galileo por
sus ideas, consideradas herejes en aquella época y que a la postre
llevarán a Bruno a la hoguera por mantenerlas.

Escena:
0:19:35 - 0:33:30 (Escena 2)
Giordano Bruno, que le antecede en la muerte en la hoguera, plantea sus
revolucionarias teorías religiosas al Tribunal de la Santa Inquisición en
una escena clave del filme.
- Reflexionad. Sin Dios, el
hombre no sería nada.
- En el Universo todo es
parte de Dios, incluso el hombre. Porque la materia es única.
- ¡Tenéis ideas peligrosas!

Escena:
0:35:16 - 0:36:43 (Escena 3)
Galileo da sus primeras clases en la Universidad pero no se atreve a
explicar claramente sus ideas. Tiene miedo. No ha reunido aun las pruebas
suficientes. Más tarde, el telescopio hace posible una serie de
descubrimientos astronómicos que socavaban el antiguo cosmos
aristotélico-ptolemaico basado, entre otros supuestos, en la dicotomía de
mundos: el terrestre, propio del cambio y la corrupción; y el celeste,
perfecto, inmutable, sede de la divinidad. Al igual que el nuevo
anatomista, el telescopio hurgaba en las entrañas del Universo para
descubrirnos un mundo nuevo ajeno a lo que se había predicado de él en los
textos de Aristóteles. Además, si la Tierra no ocupaba el centro del
Universo considerado en esos tiempos, sino el Sol, ¿cuál era el espacio
reservado al hombre? ¿Y al propio Dios? En este
contexto, la lucha de un católico convencido como Galileo por hacer ver
a los ministros de Dios que este Dios se revelaba de dos formas, mediante los
textos de las Sagradas Escrituras, y mediante la Naturaleza, y que esta
última fuera abordada por la Ciencia, para ponerse precisamente al
servicio de la doctrina, es el motivo principal de esta historia.
- La verdad no debe asustar.
La Tierra no está en el centro, esa es la verdad. Aquí está la Tierra, y
se mueve, alrededor del Sol.
- Herejía. Blasfemia.
- Conservamos una ciencia
esclava, sierva del poder. Inventaron un cielo a su gusto, lleno de
querubines.
- Echáis a Dios del cielo.
En este sistema, ¿dónde está?
- En nuestro interior
-concluye Galileo-
en el Universo no hay ni ángeles ni santos ni almas.

Escena:
0:46:36 - 0:47:14 (Escena 4)
- ¿Los matemáticos no encontráis un poco osadas las
ideas de Galileo?
- Hay que reconocer ciertos
descubrimientos. Aunque duele dejar viejas ideas.
- Los santos nos enseñan
humildad. eso es más importante que la Ciencia. Estoy preocupado. He
querido interpelar a los teólogos de la Inquisición. Lo que dice me
recuerda mucho a Giordano Bruno.

Escena:
0:59:31 - 1:00:34 (Escena 5)
- Pequeño hombre, Galileo,
¿qué crees ver en el cielo? Tu matemática es un arte diabólico... contra
los profetas. Con Galileo, la herejía ha llegado a Florencia.
Nosotros, los dominicos, humildes siervos llamados perros blancos y
negros, guardianes del templo contra el diablo, damos la alarma y decimos
públicamente y que todos nos oigan, quien crea que el Sol está en el
centro y la Tierra se mueve, contra las escrituras, es un hereje. ¡Es
culpable de herejía!

¿Representaría la nueva visión de la organización del cosmos una
invitación a la subversión del orden establecido?
¿Perdería la Iglesia su poder político?
En ese ambiente de recelo y hostilidad a la vez, Galileo es finalmente
procesado quizá por haber sido tan optimista como ingenuo y confinado a
una villa en la aldea de Arcetri, tras su abjuración en 1633 hasta su
muerte en 1642. Ciertamente, aunque fue castigado, y sus libros engrosaron
igualmente la lista del Índice de Libros Prohibidos, da la impresión de
que su castigo no fue de la misma magnitud que la de Giordano Bruno.
TEXTO DE LA
ABJURACIÓN DE GALILEO EN 1633
Yo, Galileo Galilei,
hijo del difunto Vicenzo Galilei, florentino, de setenta años de edad,
constituido personalmente en juicio y arrodillado ante vosotros,
eminentísimos y reverendísimos cardenales de la Iglesia Universal
Cristiana, inquisidores generales contra la malicia herética, teniendo
ante mis ojos los Santos y Sagrados Evangelios que toco con mis manos,
juro que he creído siempre, y que creo ahora, y que, Dios mediante, creeré
en el futuro, todo lo que sostiene, practica y enseña la santa Iglesia
Católica Apostólica Romana. Pero en vista de que -después de haberme
impuesto judicialmente este Santo Oficio el mandato de que yo debía
abandonar por completo la falsa opinión de que el Sol es el centro del
mundo y está inmóvil y de que la Tierra no es el centro del mundo y se
mueve, y de que yo no debía sostener, defender o enseñar de ninguna
manera, verbalmente o por escrito, dicha falsa doctrina, y después de
habérseme notificado que dicha doctrina era contraria a las Sagradas
Escrituras, escribí y publiqué un -libro, en el cual discuto esta nueva
doctrina ya condenada, y aduzco argumentos grandemente convincentes en
favor de ella, sin dar ninguna solución de ellos, he sido juzgado,
vehementemente, sospechoso de herejía, es decir, por haber sostenido y
creído que el Sol era el centro del mundo e inmóvil, y que la Tierra no
era el centro y que se movía.
Por eso, hoy, queriendo borrar de las inteligencias de vuestras eminencias
y de las de todo cristiano católico esta sospecha vehemente, justamente
concebida contra mí, con sinceridad de corazón y fe no fingida abjuro,
maldigo y detesto los antedichos errores y herejías y, en general, todo
error, herejías y secta contrarios a la Santa Iglesia, y juro que en el
porvenir nunca volveré a decir o a afirmar, verbalmente o por escrito,
nada que pueda dar ocasión a parecidas sospechas, en cuanto me atañe;
antes bien, si conociese a cualquier hereje o persona sospechosa de
herejía, la denunciaré a este Santo Oficio o al inquisidor o al ordinario
del lugar en que me encuentre. Además, juro y prometo que cumpliré y
observaré íntegramente todas las penas que me han sido impuestas o que me
imponga este Santo Oficio. Y, en el caso de transgredir cualquiera de
éstas mis promesas y juramentos (que Dios no lo quiera), me someteré a
todos los castigos y penas impuestos y promulgados en los cánones sagrados
y en otras disposiciones, generales y particulares, contra tales
delincuentes. Ayúdeme, pues, Dios y estos Santos Evangelios que toco con
mis manos.»
Yo, el dicho Galileo Galilei, he adjurado, jurado, prometido y obligándome
según he acabado de expresar; y en testimonio de cuya veracidad he
suscrito de mi propia mano el presente documento de mi abjuración y
recitándolo palabra por palabra, en Roma, en el convento de Minerva, este
día 22 de junio de 1633.
Yo, Galileo Galilei, he abjurado con mi propia mano, según se expresa más
arriba.


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