GALILEO (1968)

Ficha técnica

Duración: 1:30:40

Reparto: Cyril Cusaq, Georgie Kaloyanchev, Nevena Kokanova,  Gigi Ballista, Giulio Broggi, Lou Castel

Director: Liliana Cavani

Música: Ennio Morriconi

Fotografía: Alfio Contini

Guión: Liliana Cavani

Montaje: Nino Baragli

País: Italia, Bulgaria

 

La vida de Galileo, según la visión de la directora y guionista, Liliana Cavani en la que incluso la Iglesia llega a apelar a las Matemáticas para manifestar sus teorías erróneas...

Sinopsis (Advertencia: Esta sección contiene detalles de la trama y el argumento)

 

Liliana Cavani, relata la encrucijada que vive Galileo Galilei para demostrarles a sus contemporáneos sus atrevidas teorías de que el Sol es el centro del Universo y la Tierra gira a su alrededor.

En el momento en que Galileo Galilei recibe un anteojo, nada volverá a ser lo mismo. Gracias a él encuentra pruebas que parecen confirmar sus teorías. La búsqueda del reconocimiento al valor y la verdad de sus descubrimientos desemboca en una cruzada en contra de la intolerancia científica e ideológica que llevó a la hoguera a Giordano Bruno.

La película se centra, con desiguales resultados, en la vida de Galileo desde sus años de profesor en Padua hasta su abjuración en 1633. De especial interés es la recreación del contexto en el que se desarrolla la acción.

Sólo activo en directo, en presentaciones y Congresos... Escena:  0:02:06 -  0:5:58  (Escena 1)

Comenzamos en un aula universitaria en plena lección de anatomía, ejemplificada con los dibujos que, del cuerpo humano, realizaba el médico Andrea Vesalio y que plasmó en el "De humani corporis fabrica" (1543), obra que suponía una revolución en las ciencias de la vida, poniendo en duda teorías de Aristóteles y demostrando errores del propio Galeno.

- Si sentís frío, no dudáis en abrigaros -dice Galileo ante la gran discusión sobre las ideas de Aristóteles.

- ¿Me tomáis el pelo?

- No. Si un vestido va estrecho, os hacéis otro. La Ciencia usa las teorías hasta que  no se adaptan a las nuevas exigencias.

- ¿Qué ideas son esas? ¿Y la autoridad de Aristóteles?

 

Se recrean las conversaciones con Giordano Bruno, y el interés de Galileo por sus ideas, consideradas herejes en aquella época y que a la postre llevarán a Bruno a la hoguera por mantenerlas.

Escena:  0:19:35 -  0:33:30  (Escena 2)

Giordano Bruno, que le antecede en la muerte en la hoguera, plantea sus revolucionarias teorías religiosas al Tribunal de la Santa Inquisición en una escena clave del filme.

- Reflexionad. Sin Dios, el hombre no sería nada.

- En el Universo todo es parte de Dios, incluso el hombre. Porque la materia es única.

- ¡Tenéis ideas peligrosas!

 

Sólo activo en directo, en presentaciones y Congresos... Escena:  0:35:16 -  0:36:43  (Escena 3)

Galileo da sus primeras clases en la Universidad pero no se atreve a explicar claramente sus ideas. Tiene miedo. No ha reunido aun las pruebas suficientes. Más tarde, el telescopio hace posible una serie de descubrimientos astronómicos que socavaban el antiguo cosmos aristotélico-ptolemaico basado, entre otros supuestos, en la dicotomía de mundos: el terrestre, propio del cambio y la corrupción; y el celeste, perfecto, inmutable, sede de la divinidad. Al igual que el nuevo anatomista, el telescopio hurgaba en las entrañas del Universo para descubrirnos un mundo nuevo ajeno a lo que se había predicado de él en los textos de Aristóteles. Además, si la Tierra no ocupaba el centro del Universo considerado en esos tiempos, sino el Sol, ¿cuál era el espacio reservado al hombre?  ¿Y al propio Dios? En este contexto, la lucha de un católico convencido como Galileo por hacer ver a los ministros de Dios que este Dios se revelaba de dos formas, mediante los textos de las Sagradas Escrituras, y mediante la Naturaleza, y que esta última fuera abordada por la Ciencia, para ponerse precisamente al servicio de la doctrina, es el motivo principal de esta historia.

- La verdad no debe asustar. La Tierra no está en el centro, esa es la verdad. Aquí está la Tierra, y se mueve, alrededor del Sol.

- Herejía. Blasfemia.

- Conservamos una ciencia esclava, sierva del poder. Inventaron un cielo a su gusto, lleno de querubines.

- Echáis a Dios del cielo. En este sistema, ¿dónde está?

- En nuestro interior -concluye Galileo- en el Universo no hay ni ángeles ni santos ni almas.

 

Sólo activo en directo, en presentaciones y Congresos... Escena:  0:46:36 -  0:47:14  (Escena 4)

- ¿Los matemáticos no encontráis un poco osadas las ideas de Galileo?

- Hay que reconocer ciertos descubrimientos. Aunque duele dejar viejas ideas.

- Los santos nos enseñan humildad. eso es más importante que la Ciencia. Estoy preocupado. He querido interpelar a los teólogos de la Inquisición. Lo que dice me recuerda mucho a Giordano Bruno.

 

Sólo activo en directo, en presentaciones y Congresos... Escena:  0:59:31 -  1:00:34  (Escena 5)

- Pequeño hombre, Galileo, ¿qué crees ver en el cielo? Tu matemática es un arte diabólico... contra los profetas. Con Galileo, la herejía ha llegado a Florencia. Nosotros, los dominicos, humildes siervos llamados perros blancos y negros, guardianes del templo contra el diablo, damos la alarma y decimos públicamente y que todos nos oigan, quien crea que el Sol está en el centro y la Tierra se mueve, contra las escrituras, es un hereje. ¡Es culpable de herejía!

 

¿Representaría la nueva visión de la organización del cosmos una invitación a la subversión del orden establecido?

¿Perdería la Iglesia su poder político?

En ese ambiente de recelo y hostilidad a la vez, Galileo es finalmente procesado quizá por haber sido tan optimista como ingenuo y confinado a una villa en la aldea de Arcetri, tras su abjuración en 1633 hasta su muerte en 1642. Ciertamente, aunque fue castigado, y sus libros engrosaron igualmente la lista del Índice de Libros Prohibidos, da la impresión de que su castigo no fue de la misma magnitud que la de Giordano Bruno.

TEXTO DE LA ABJURACIÓN DE GALILEO EN 1633

Yo, Galileo Galilei, hijo del difunto Vicenzo Galilei, florentino, de setenta años de edad, constituido personalmente en juicio y arrodillado ante vosotros, eminentísimos y reverendísimos cardenales de la Iglesia Universal Cristiana, inquisidores generales contra la malicia herética, teniendo ante mis ojos los Santos y Sagrados Evangelios que toco con mis manos, juro que he creído siempre, y que creo ahora, y que, Dios mediante, creeré en el futuro, todo lo que sostiene, practica y enseña la santa Iglesia Católica Apostólica Romana. Pero en vista de que -después de haberme impuesto judicialmente este Santo Oficio el mandato de que yo debía abandonar por completo la falsa opinión de que el Sol es el centro del mundo y está inmóvil y de que la Tierra no es el centro del mundo y se mueve, y de que yo no debía sostener, defender o enseñar de ninguna manera, verbalmente o por escrito, dicha falsa doctrina, y después de habérseme notificado que dicha doctrina era contraria a las Sagradas Escrituras, escribí y publiqué un -libro, en el cual discuto esta nueva doctrina ya condenada, y aduzco argumentos grandemente convincentes en favor de ella, sin dar ninguna solución de ellos, he sido juzgado, vehementemente, sospechoso de herejía, es decir, por haber sostenido y creído que el Sol era el centro del mundo e inmóvil, y que la Tierra no era el centro y que se movía.
Por eso, hoy, queriendo borrar de las inteligencias de vuestras eminencias y de las de todo cristiano católico esta sospecha vehemente, justamente concebida contra mí, con sinceridad de corazón y fe no fingida abjuro, maldigo y detesto los antedichos errores y herejías y, en general, todo error, herejías y secta contrarios a la Santa Iglesia, y juro que en el porvenir nunca volveré a decir o a afirmar, verbalmente o por escrito, nada que pueda dar ocasión a parecidas sospechas, en cuanto me atañe; antes bien, si conociese a cualquier hereje o persona sospechosa de herejía, la denunciaré a este Santo Oficio o al inquisidor o al ordinario del lugar en que me encuentre. Además, juro y prometo que cumpliré y observaré íntegramente todas las penas que me han sido impuestas o que me imponga este Santo Oficio. Y, en el caso de transgredir cualquiera de éstas mis promesas y juramentos (que Dios no lo quiera), me someteré a todos los castigos y penas impuestos y promulgados en los cánones sagrados y en otras disposiciones, generales y particulares, contra tales delincuentes. Ayúdeme, pues, Dios y estos Santos Evangelios que toco con mis manos.»
Yo, el dicho Galileo Galilei, he adjurado, jurado, prometido y obligándome según he acabado de expresar; y en testimonio de cuya veracidad he suscrito de mi propia mano el presente documento de mi abjuración y recitándolo palabra por palabra, en Roma, en el convento de Minerva, este día 22 de junio de 1633.
Yo, Galileo Galilei, he abjurado con mi propia mano, según se expresa más arriba.

 

 

 

 

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